Llevo toda la semana que no cago con el tema de la exposición. Creo que es algo muy importante para mi trabajo, más que nada por ir descubriendo si todo esto del terrorismo poético y el regateo a la convención funciona. Poder trasladar esto al White cube es jodidísimo... de hecho no sé si se puede hacer, o más bien, no sé si se debe hacer. Me viene a la mente los vídeos que suele subir Fernando Castro en su cuenta de Instagram, donde habla sobre el "museo de arte contemporáneo de la estación de autobuses" o la apertura de la "instalación de goteras" en el "museo de arte contemporáneo de Renfe". Creo que ahí es donde está el sitio para mis obras.
Si alguna vez he pensado en no seguir en este "sector" después de acabar el grado, es por no traicionar a los valores que he ido construyendo. No adentrarme más en la institución por mucho que ya esté dentro de ella. Sigo discutiendo con amigos sobre que hacer con el porvenir. Me asusta su pasividad.
Pero bueno, que me despisto. Tengo pensado colocar las tres esculturas que hayan ido y venido por la convención, que mantengan el espíritu antiformalista pero adaptado al museo. Las otras, de momento dos, sí que sugieren otra cosa, pero tengo el miedo de que al meterlas en el cubo blanco pierdan todo lo que eran antes de pensar en exponerlas. De hecho, para mí, ya no son lo mismo. También presentaré un archivo de fotografías sobre la "deriva vital" de lo poco que llevamos de curso, que aunque pertenezca a otro lado tengo la mala costumbre de mezclarla con mi práctica artística. Y se me quedan muchas cosas por detrás... Las cartas, las intervenciones, todo eso. El mero hecho de exponer, de presentar a un público una acción, un objeto, una fotografía, etc. con la intención de que se vea como obra y no como una necesidad colectiva, me confunde.
Supongo que acabaré metiendo los objetos que me mandaba Itziar. Pero bueno. No lo hago por gusto.

No hay comentarios:
Publicar un comentario