domingo, 30 de noviembre de 2025

resoluciones

 Desde que recibí la autocrítica corregida no he hecho más que darle vueltas al trabajo. Creo que he entrado en una especie de estado liminal por varias agencias que me han hecho pausar lo que estaba haciendo, creo que con la intención de replantearme todo lo que ha pasado. Entre estas agencias de las que hablo se encuentran primero la de haber tenido que barrer la clase de mis "contraesculturas antiformalistas" por necesidad colectiva, luego el estancamiento conceptual (Véase En la deriva) del regateo a la convención —principalmente por su imposibilidad—, y por último las exigencias que me fueron dadas en la corrección de la autocrítica, que me descolocaron bastante. De hecho, en un momento llegué a creerme que la intención de estas exigencias eran no cumplirlas. O igual sí que es así. 

La paranoia es de las mejores cosas.

Dentro de este tumulto del que no he sabido salir todavía, sí que consigo diferenciar algo de cara a las exigencias... Desde el lado de la interactividad, la performance y el acto terrorista, no estoy consiguiendo encajar las cosas por mucho que lo intente. 

Por aclarar:

La interactividad no me interesa para nada. No la interactividad museística, institucionalizada, esas cosas. Me interesa la interactividad como un agente revolucionario. ¿Cómo hacerlo? Ni puta idea. Iría en mi contra pensar en la propia interacción, esta tiene que ser y ya está. No podría instrumentalizarla, la única forma que se me ocurre es desde el registro accidentado. 

Desde la performance, se me desdibuja y se me entremezcla mucho con el acto terrorista. es lógico supongo. No lo sé. Pienso en que es difícil, sobre todo a título individual. Pero por algo se empieza. Tengo ideas... sobre todo con temas que tienen que ver con el gamberrismo colectivo, la lucha drogada, la relación esporádica, el consumo, la renuncia a la calidad de vida, estas cosas. Lo que he practicado hasta el momento no sigue estos pasos, por eso está siendo difícil. Son actuaciones bastante pasivas... supongo que reflejan un poco mi personalidad y cómo me estoy moviendo en la vida. No sé, cosas como esconder cigarros por la biblioteca, en el ascensor, enviar cartas-cigarro, andar desnudo por la calle. Sigo leyendo y buscando información. Yomango me ha servido mucho. 


Botellero

 Qué es el botellero de Duchamp fuera del museo? Pensaba estos días que sería algo todavía más maravilloso. No me apetece hablar de institución. Pienso solo en el botellero. Que sería el botellero fuera del museo? Pues basura, un inmueble, un objeto. Ver un Rodin o un De kooning en la basura sería maravilloso. 

No se si se entiende, fuera del museo está todo. Dentro la institución ha conseguido crear un ecosistema que es igual de tenebroso y malvado que la estructura del sistema capitalista.  El museo es un espacio doblado, contraído, estancador, ignorante y desinteresado. Si hay algo que me quita las ganas de dedicarme al arte es justo eso. No sé ni las veces que he repetido que me sentiría más artista montado en una carretilla elevadora que mandando a un par de peones de obra a colocar mis esculturas. 

La calle es todo lo contrario a lo que denominamos estado. Hay tal cantidad de elementos, acciones, es como un Brain Box, un Dream Box. Puede que la convención intente institucionalizar el museo internacional de instalaciones urbanas. No quiero leerme a estructuralistas hablando sobre el campo expandido. Quiero que los artistas se encierren en los museos para yo poder hacer revolución ahí fuera. Y que la revolución sea el nuevo arte. 

Un chorro de pintura en una acera es un agente social revolucionario ya a estas alturas. Y el hurto se ha convertido en la forma de socializar los medios de producción. Qué maneras mas raras tenemos. 

lunes, 17 de noviembre de 2025

En la deriva

Hace un rato hablaba con Iñigo Larrauri de la deriva del situacionismo, la convención, las sedes de poder sociales y todas estas cosas en las que tengo puesto el punto de mira. Lo interesante no ha sido el especular... sino hablar de opiniones. Durante este fin de semana he pensado, después de leer a Judith Butler, que estamos muy lejos de poder ver la convención, de no formar parte de ella. Creo que esto se debe a que Butler justo habla desde el marco de la convención. Es verdad que acierta bastante, pero está siendo complicado encontrar autores que intenten regatear la constitución social y no solo teorizarla.

Bueno, que le he pedido su más sincera opinión a Iñigo. Decía que cree que a título individual capaz hay algún modo de vislumbrar esto, de llegar a reconocerlo, de asomarse. Y es justo lo que no estoy buscando. El individuo. Busco hacer hincapié en lo colectivo. Me acuerdo ahora de un diagrama que monté durante este verano de cara a unas páginas que leí en Mil mesetas. Dentro del diagrama que Deleuze usa recurrentemente, el de producción-registro, habla sobre la fuerza de transmisión de estos dos, derivando en una especie de burbuja social (movimiento subterráneo) que deriva en que todo lo que es para nosotros real, o hiperreal, como quieras llamarlo, es, fuera de esa burbuja, "falso". Un movimiento desarrollado dentro de la burbuja, por mucho que luche contra esta, es falso. Cualquier conciencia desarrollada dentro de este marco, es falsa. Y no hay manera visible de escapar de esta burbuja porque eso supondría que se ha desarrollado dentro de la burbuja, haciéndolo falso, una trampantojo. Me recordaba Iñigo que Debord acabó suicidándose.

No sé, 

miércoles, 12 de noviembre de 2025

Convenciones y que no entiendo nada

 Hace un rato, mirando la introducción del libro Deshacer el género de Judith Butler, desde mi trabajo, mi funcionamiento frente a la convención, llego a un momento en el que me alejo del texto. Hay un gran salto -hablo solo de la introducción dentro de la introducción- desde que habla sobre la "práctica de improvisación", de deshacer la convención para rehacer, para hacer y luego ser, o de cómo nuestra Agencia (agente social) es la de desdoblar, negar la constitución y sus condiciones hechas para ser inamovibles, hasta que empieza a hablar sobre institución, mundo social, elección.

No digo que nada de lo que esté diciendo sea incorrecto, en ningún caso. Es más bien que al pasar por mi detector de convenciones ha hecho que se me rompa el corazón. Y es que está en lo cierto, las reformulaciones teóricas transexuales, intersexuales o transgéneros se enmarcan dentro de la propia convención binarista. Me preguntaréis, ¿qué tiene de binarista el mugimendu intersexual? pues que lo único que propone es colocar un gris entre el blanco y el negro. No. A ver me gustaría que no fuera así, no que tenga que dejar de serlo, tiene su sentido. Pero no sale del diagrama, ni lo extiende ni lo cuestiona, simplemente lo especifica, lo puntualiza. Un nuevo elemento debería reconfigurar todo el organismo al que pertenece, hacer rizoma. Nunca convención.

A la vez hoy hemos visto la obra de Mark Larringer en clase de AT, en la que justo también habla de eso. Dentro del campo artístico, que es a su propia vez una convención, como luchar contra la convención en general, la fuerza suprema. (Tengo que continuar) (El propio espacio ya es una instalación) 




lunes, 10 de noviembre de 2025

En lasesarre. Como siempre.

 Aunque últimamente no vaya mucho a ver al Barakaldo -más bien éste ultimo mes-, sigue siendo igual de fascinante ver al equipo de tu ciudad en un estadio de futbol pequeño que cuando era un niño. Me acuerdo de que una vez salí en el correo, yo llevaba el labio roto por haberme caído con la bici el día de antes, llevaba 3 capas de ropa, un chaquetón y la bufanda del Barakaldo. Ese día el equipo ascendió de división pero yo sólo pensaba en el examen del día siguiente. Supongo que fue en ese momento cuando me sacaron la foto, porque cargaba una cara de tonto, de embobado, que lo único que hizo mi padre al verme en el periódico fue hechar una carcajada. 

Pero eso no es lo que quería contar, cuando paso las tardes en Lasesarre obviamente miro el campo de fútbol y grito al árbitro cuando no pita una falta, pero no es ni mucho menos lo interesante del partido. Según entras ya te van dando indicaciones de lo que va a ser el estadio: una chapa de metal gigantesca te recibe y según empiezan a salir los jugadores oyes las vibraciones a base de golpe de txikitero en la chapa de metal. Pero no es eso lo importante, sino cómo uno lo vive. Ayer, en el partido que jugábamos contra la Ponferradina, venía de estar con la cabeza en la otra parte. Mira que he entrado veces por la puerta número 15 ala oeste, pero me dio por no pensar y entrar por el ala este. Total, que tuve que dar toda la vuelta para llegar a mi asiento. Después de el estruendo metálico y un par de "Barakaldo nunca se rinde", mi cabeza seguía en otro lado.

A los 45 minutos y después de dirigir mi mirada al señor que vende cupones para el sorteo y a alguna señora gritarle calvo, desgraciado, y un par de cosas más graves al árbitro, una marabunta de gente se levanta para ir a fumar al baño. Y ahí estoy yo. Con unos 35 txikiteros fumándome mi cigarro Winston largo y con una cerveza que no deberían de vender en la barra. Una cascada de escupitajos que sale por fuera del campo hace que cada persona que pase por fuera del estadio se aleje rápidamente de las paredes. Y vuelta al asiento. 

Empiezo a ver cómo los señores que estaban antes aporreando las chapas de metal van bajando hasta llegar a primera fila para asegurarse que sus insultos se escuchen. De mientras, el colectivo gualdinegro y los Indar horibeltz hacen acto de presencia con el característico olor a hachís que suele llegar por el minuto 70. Una vez se rompió la valla y unos 15 chavales se cayeron dentro del campo. Eso fue la ostia. 

Acaba el partido 0-0 y la gente se va a casa. 

No hay más. Y aunque no me haya enterado de un pijo, me voy contento a casa.


jueves, 6 de noviembre de 2025

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 Me voy a animar a hacer otra entrada hoy. Sigo teniendo dudas con la deriva, pero ya no son agonizantes, son más bien divertidas. Con el tema de la escultura y el accionismo estoy semicontento, así que hacia delante. Hoy mando por quinta vez la carta con un cigarro. También tengo que prepararle la carta a una chavala de Valencia con la que estoy intercambiando objetos que está siendo muy guay. Dejé de hacer en trabajo "topográfico" porque no le veía mucha gracia, pero creo que lo voy a reemplazar por los collages.

Es justo ésta chica de Valencia que suele hacer estas cosas y le suelo mandar mis intentos de imitarla a modo de respuesta. Y le estoy pillando el gusto poco a poco. No sé si ya expliqué aquí que tengo una relación bastante especial con ella, o más bien yo tengo una visión bastante especial de ella, no amorosa, que en parte sí, pero mucho más allá de cualquier vivencia juntos, más bien lo especial ha sido la no-vivencia. Nunca nos entendimos. Y seguimos sin hacerlo. 

Ella me escribía el otro día que "Estaba pensando sobre si nos conocemos o no, y es un tema del que me gustaría hablar. Pero no lo voy a hacer. Pienso que no me parezco a cómo era cuando te conocí, también creo que solo hemos hablado de tonterías. Pienso que yo sí te conozco y sé como eres aunque no sepa tus horarios, la música que escuchas o la marca de tabaco que fumas ahora. Pienso que cómo te conozco es ajeno al tiempo. Aunque sinceramente, me das mucho vértigo."

Creo que esto es muy importante. Que explica mucho más que cualquier cosa que pueda decir sobre mis gustos. Mi modus operandi es raro, vacío y simple cuando se trata de vivir, de tomar decisiones, de hacer las cosas bien.





Hay que hablar de los cigarros...

 Ayer, estaba fumando como siempre en mi banco de siempre a la hora de siempre. Pensando en mis cosas, me acordé de que hace mucho que no me pego el susto al levantar la cabeza y vez a un coche patrulla pasando delante mío. Mi calle está bastante alejada del barrio y no suele pasar mucha policía, pero como hay bastante marroneo a veces se asoman por la zona. A todo esto, levanto la cabeza y veo al puto coche patrulla pasar por delante mío. No me lo creía. 

Según voy a irme, tiro la colilla y antes de caer al suelo una ráfaga de viento la recoge y la vuelve a lanzar hacia arriba. La deje de ver mientras seguía volando, fué un momento bonito. Justo me acuerdo de que hace poco leí en el Diccionario temático de Ufología que en los estudios franceses de los años 50 sobre avistamientos de ovnis, un 8,3% de los avistamientos eran de cigarros voladores. Espero haber subido ese ratio. 

Realmente tampoco me gusta trabajar con cigarros. Me gustan como lenguaje interno, pero en cuanto me doy cuenta de las connotaciones que tiene esconderle un cigarro en la carpeta a Natalia, me tiro de los pelos, no me gusta. La única razón por la que los uso es porque los tengo a mano y los identifico como míos. Quizá debería cambiar de objeto, aunque últimamente lo intento hacer llevando siempre plastilina en la riñonera, metida en chivatos claro. Estoy esperando a que un policía me registre. 




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